martes, 1 de junio de 2021

 

Buenas tardes 2do 2da !! Espero que estén todos bien. Les subo por acá la última tarea que les envíe. Recuerden que ante cualquier duda me preguntan por whatsApp, mail o classroom. Saludos profe Sandra.

Materia: Prácticas del lenguaje 2año 2da división.            EESN°30 T.T                              TP5

Profesora: Samaniego, Sandra Noemi.

Casillas de correo:  sandranoemisamaniego@gmail.com  o sandra_samaniego12@yahoo.com.ar

Tema: Literatura realista.

Un poco de historia.

El realismo literario es un movimiento del siglo XIX que se propuso representar y analizar la realidad de manera objetiva y crítica, en oposición al idealismo romántico.

Los escritores realistas se detenían a observar las contradicciones surgidas en su contexto y deseaban mostrar la realidad en ciernes. Por ello, rechazaban el idealismo del movimiento romántico, considerado evasivo y egocéntrico.

El realismo literario se caracterizó por su compromiso social, la representación de la realidad tal como era percibida, el afán de objetividad y la claridad del discurso. Todo esto se despliega en los siguientes puntos: Representación de la realidad: La realidad concreta es vista como materia de creación, sin excluir los elementos desagradables. Los escritores prefieren aquellos aspectos evadidos frecuentemente en el arte romántico, tales como los problemas y contradicciones sociales.

Para el realismo, todo elemento de la realidad es digno de representación. No se oculta nada solo porque pueda parecer desagradable, pobre, feo, escandaloso o inmoral. Esto no quiere decir que el realismo sea grotesco o vulgar. Por el contrario, la objetividad en la descripción favorece el cuidado de la forma del discurso.

.Verosimilitud: El cientificismo y la objetividad narrativa están atadas a la búsqueda de verosimilitud. Ni la fantasía ni la elucubración tienen cabida en el realismo. La realidad descrita debe ser creíble, percibida como una posibilidad real para el lector, ya sea porque se identifique en ella, ya sea porque le obliga a reconocer la realidad social silenciada en el orden establecido.

Predominio del narrador omnisciente: La literatura realista prefiere el narrador omnisciente. Esto se debe a dos factores. Por un lado, el narrador omnisciente sabe más que los personajes y esto permite abundar en detalles o enfoques. Por otro lado, como el narrador omnisciente no participa en la acción, favorece la sensación de objetividad, sea que se limite a narrar los hechos o que los sancione.

Linealidad narrativa: La estructura narrativa del realismo suele ser lineal. Significa que la línea temporal del relato acostumbra ser cronológica, sin saltos temporales. Esto no impide que puedan ser presentados al lector antecedentes,  recuerdos o pensamientos del pasado que expliquen una determinada acción.

Lenguaje claro, objetivo y directo: Los escritores del realismo optan por el uso del lenguaje directo. Prefieren describir las cosas de manera clara y objetiva, aun cuando puedan abundar en detalles explicativos y descripciones pormenorizadas. Se prescinde de la ambigüedad discursiva y se exponen claramente las cosas tal como son entendidas por el autor.

Personajes comunes: El realismo fija su atención en los personajes comunes. Suele preferir los personajes de la clase media y burguesa o de los sectores populares. Los personajes nobles dejan de ser centrales o reciben un tratamiento diferente. Los personajes mitológicos o legendarios, tan presentes en la literatura del pasado, son retirados del realismo.

Temas del realismo: Los realistas se ocupan de representar la realidad social. Sin embargo, el tema que concentrará la mayor atención será la burguesía. Son presentes asuntos como las transformaciones sociales, la pobreza y la exclusión; las tensiones entre la aristocracia y la burguesía; la ambición y el ascenso social; la crisis de las instituciones sociales –como el matrimonio (adulterio y divorcio)–; el rol social de la mujer; etc.

La construcción de la realidad

El realismo literario construye su “ilusión de realidad” por medio de diversos procedimientos. Entre los más importantes, podemos mencionar:

Narrador objetivo, muchas veces en tercera persona (él, ella, ellos, ellas) y omnisciente (sabe todo lo que sucede). Lenguaje claro y comprensible. Situaciones y conflictos dentro de lo normal y lo posible. Estructura lógica y cronológica (orden temporal). Uso de descripciones. Transmisión de un saber sobre un determinado tema. Didactismo (intención de enseñar algo sobre el mundo).Motivación psicológica (personajes que actúan de una determinada forma que obedece a su personalidad, su carácter y a lo que les sucedió en el pasado). Borramiento de las marcas de subjetividad (no aparecen comentarios ni opiniones del narrador).

El uso de las descripciones

El realismo de todos los tiempos le otorga un lugar de privilegio a la descripción, con la que representa verbalmente a un ser humano, animal, objeto, paisaje o cualquier otro elemento del mundo real. La descripción puede asimilarse a una “fotografía verbal”. La intención es brindar una imagen lo más parecida posible a lo que conocemos de la realidad. Esa exactitud se logra nombrando a un elemento (persona, animal, etc.) y señalando todos los rasgos o características que lo definen (edad, género, aspecto físico, características psicológicas, clase social, etc.).

En síntesis, las narraciones realistas cuentan historias imaginarias, pero presentadas de tal manera que resulten parecidas a las del mundo que conocemos. En un relato realista, por lo tanto, no hay elementos sobrenaturales ni situaciones inexplicables. Tanto los personajes de los relatos realistas como las acciones que realizan son claramente reconocibles, así como sucede en el cuento que les presento a continuación.

Lectura:

«A la deriva» de Horacio Quiroga

El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
—¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo—. ¡Dame caña!
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer, espantada.
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez— dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.— ¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, atrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
¿Qué sería? Y la respiración...
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
—Un jueves...
Y cesó de respirar.

 Después de la lectura del cuento, resuelvan las siguientes consignas:

1-      Subrayen cuales de las siguientes palabras y construcciones del cuento pueden asociarse a la muerte         ( consultar con  el diccionario si no conocen algún término) FÚNEBREMENTE- FRESCURA-LÚGUBRE-REMOLINO- MAJESTAD- OBRAJE-TIEMPO JUSTO- PANTALLA DE ORO-

2-      A- ¿Quiénes se enfrentan en los dos párrafos iniciales del cuento? B-¿Qué sugiere la presencia del machete acerca de la condición social del protagonista? C- ¿Se conoce desde el comienzo del cuento el ambiente en el que se desarrolla la acción? ¿Algún  indicio permite suponerlo? ¿En qué lugar del cuento esto se vuelve claro? D- ¿Por qué creen  que confunde la caña con el agua? E- Hacia el final, los recuerdos se acumulan en la mente del personaje. A partir de esos recuerdos ¿Qué se puede reconstruir acerca de su vida? F- ¿La muerte del hombre toma por sorpresa al lector?

3-      ¿Quién es el narrador de “A la deriva”?. Marquen la opción correcta.

   El protagonista

   El testigo.

   Un narrador omnisciente.

4-      ¿Qué tiempo verbal predomina en el relato de los hechos?

5-      Busquen y transcriban en sus carpetas,  un fragmento  del cuento en el que se presente una situación descriptiva.

6-      El cuento de Horacio Quiroga es un cuento realista. Caracterice esta tipología.