miércoles, 19 de agosto de 2020

Prácticas del lenguaje - 3° 2°

 

Prácticas del lenguaje – 3° 2°

 

Hola, yo de nuevo, la profe Andrea Via. Hoy te propongo leer un cuento que pertenece al género fantástico. Los cuentos de terror, de Ciencia Ficción, los que nos presentan eventos que no podrían suceder en la vida cotidiana pertenecen a este género.

Para empezar, leé el siguiente cuento y contame si te gusta.

 

Recordá que me tenés que enviar las actividades resueltas a mi mail: viaandrea@hotmail.com

 

 

Leé el siguiente cuento de Haruki Murakami, un escritor japonés. Luego, realizá las consignas que aparecen a continuación.

 

“El pueblo de los gatos”

El joven viajaba solo, a su gusto, con una única maleta como equipaje. No tenía un destino. Se subía al tren, viajaba y, cuando encontraba un lugar que le atraía, se bajaba. Buscaba alojamiento, visitaba el pueblo y permanecía allí cuanto quería. Si se hartaba, volvía a subirse al tren. Así era como pasaba siempre sus vacaciones. Desde la ventana del tren se veía un hermoso río serpenteante, a lo largo del cual se extendían elegantes colinas verdes. En la falda de aquellas colinas había un pueblecillo en el que se respiraba un ambiente de calma. Tenía un viejo puente de piedra. Aquel paisaje lo cautivó. Allí quizá podría probar deliciosos platos de trucha de arroyo. Cuando el tren se detuvo en la estación, el joven se apeó con su maleta. Ningún otro pasajero se bajó allí. El tren partió inmediatamente después de que se hubiera bajado. En la estación no había empleados. Debía ser una estación poco transitada. El joven atravesó el puente de piedra y caminó hasta el pueblo. Estaba completamente en silencio. No se veía a nadie. Todos los comercios tenían las persianas bajadas y en el ayuntamiento no había ni un alma.

En la recepción del único hotel del pueblo tampoco había nadie. Llamó al timbre, pero nadie acudió.

Parecía un pueblo deshabitado. A lo mejor todos estaban durmiendo la siesta. Pero todavía eran las diez y media de la mañana. Demasiado temprano para echar una siesta. O quizá, por algún motivo, la gente había abandonado el pueblo y se había marchado. En cualquier caso, hasta la mañana siguiente no llegaría el próximo tren, así que no le quedaba más remedio que pasar allí la noche. Para matar el tiempo, se paseó por el pueblo sin rumbo fijo. Pero en realidad aquél era el pueblo de los gatos. Cuando el sol se ponía, numerosos gatos atravesaban el puente de piedra y acudían a la ciudad. Gatos de diferentes tamaños y diferentes especies. Aunque más grandes que un gato normal, seguían siendo gatos.

Sorprendido al ver aquello, el joven subió deprisa al campanario que había en medio del pueblo y se escondió. Como si fuera algo rutinario, los gatos abrieron las persianas de las tiendas, o se sentaron delante de los escritorios del ayuntamiento, y cada uno empezó su trabajo. Al cabo de un rato, un grupo aún más numeroso de gatos atravesó el puente y fue a la ciudad. Unos entraban en los comercios y hacían la compra, iban al ayuntamiento y despachaban papeleo burocrático o comían en el restaurante del hotel. Otros bebían cerveza en las tabernas y cantaban alegres canciones gatunas. Unos tocaban el acordeón y otros bailaban al compás. Al poseer visión nocturna, apenas necesitaban luz, pero gracias a que aquella noche la luna llena iluminaba hasta el último rincón del pueblo, el joven pudo observarlo todo desde lo alto del campanario. Cerca del amanecer, los gatos cerraron las tiendas, ultimaron sus respectivos trabajos y ocupaciones y fueron regresando a su lugar de origen atravesando el puente. Al amanecer los gatos ya se habían ido y el pueblo se había quedado desierto de nuevo, entonces el joven bajó, se metió en una cama del hotel y durmió todo cuanto quiso. Cuando empezó a sentir hambre, se comió el pan y el pescado que habían sobrado en la cocina del hotel. Luego, cuando a su alrededor todo empezó a oscurecer, volvió a esconderse en lo alto del campanario y observó hasta el albor el comportamiento de los gatos. El tren paraba en la estación antes del mediodía y antes del atardecer. Si se subía en el de la mañana, podría continuar su viaje, y si se subía en el de la tarde, podría regresar al lugar del que procedía. Ningún pasajero se apeaba ni nadie cogía el tren en aquella estación. Y sin embargo el ferrocarril siempre se detenía cumplidamente y partía un minuto después. Por lo tanto, si así lo deseara, podría subirse al tren y abandonar el pueblo de los gatos en cualquier momento. Pero no quiso. Era joven, sentía una profunda curiosidad y estaba lleno de ambición y de ganas de vivir aventuras. Deseaba seguir observando aquel enigmático pueblo de los gatos. Quería saber, si era posible, desde cuándo habían ocupado los gatos aquel pueblo, cómo funcionaba el pueblo y qué demonios hacían ahí aquellos animales. Nadie más, aparte de él, debía haber sido testigo de aquel misterioso espectáculo. A la tercera noche, se armó cierto revuelo en la plaza que había bajo el campanario. “Qué es eso? ¿No les huele a humano?”, soltó uno de los gatos. «Pues ahora que lo dices, últimamente tengo la impresión de que huele raro», asintió olfateando uno de ellos. «La verdad es que yo también lo he notado», añadió otro. «¡Qué raro! Porque no creo que haya venido ningún ser humano», comentó otro de los gatos. “Sí, tienes razón. No es posible que un ser humano haya entrado en el pueblo de los gatos». «Pero no cabe duda de que huele a uno de ellos». Los gatos formaron varios grupos e inspeccionaron hasta el último rincón del pueblo, como una patrulla vecinal. Cuando se lo toman en serio, los gatos tienen un olfato excelente. No tardaron mucho en darse cuenta de que el olor procedía de lo alto del campanario. El joven oía cómo sus blandas patas subían ágilmente por las escaleras del campanario. «¡Esto es el fin!», pensó. Los gatos parecían muy excitados y enfadados por el olor a humano. Tenían las uñas grandes y aguzadas y los dientes blancos y afilados. Además, aquel era un pueblo en el que los seres humanos no debían adentrarse. No sabía qué suerte le esperaría cuando lo encontraran, pero no creía que fueran a permitirle irse de allí habiendo descubierto el secreto. Tres de los gatos subieron hasta el campanario y se pusieron a olfatear. « ¡Qué Extraño!», dijo uno sacudiendo sus largos bigotes. «Aunque huele a humano, no hay nadie». « ¡Sí que es raro», comentó otro. «En todo caso, aquí no hay nadie. Busquemos en otra parte». «¡Esto es de locos!». Movieron extrañados la cabeza y se fueron. Los gatos bajaron las escaleras sin hacer ruido y se esfumaron en medio de la oscuridad nocturna. El joven soltó un suspiro de alivio; a él también le parecía de locos.

Los gatos y él habían estado literalmente a un palmo de distancia en un lugar angosto. No habría podido escapárseles. Y sin embargo, parecían no haberlo visto. El Joven examinó sus manos. «Las estoy viendo. No me he vuelto invisible. ¡Qué raro! En cualquier caso, por la mañana iré hasta la estación y me marcharé de este pueblo en el primer tren. Quedarme aquí es demasiado peligroso. La suerte no puede durar siempre». Pero al día siguiente, el tren de la mañana no se detuvo en la estación. Pasó delante de sus ojos sin disminuir siquiera la velocidad. Lo mismo ocurrió con el tren de la tarde. Se veía al conductor en su asiento y los rostros de los pasajeros al lado de las ventanillas. Pero el tren no dio señales de que fuera a parar. Era como si la silueta del joven que esperaba el tren no se reflejara en los ojos de la gente. O como si fuera la estación la que no se reflejara. Cuando el tren de la tarde desapareció a lo lejos, a su alrededor se hizo un silencio absoluto, como nunca antes había sentido. Entonces, el sol empezó a ponerse. «Va siendo hora de que los gatos aparezcan.» El joven supo que se había perdido. «Este no es el pueblo de los gatos», se dio cuenta al fin. Aquel era el lugar en el que debía perderse. Un lugar ajeno a este mundo que habían dispuesto para él. Y el tren jamás volvería a detenerse en aquella estación para llevarlo a su mundo de origen.

 

 

 

¡A trabajar!

1)      Hacé una lista con las palabras que no conocés y buscalas en el diccionario.

2)      ¿Quién escribió este texto?

3)       ¿Cuál es el motivo de la llegada del protagonista al pueblo?

4)      ¿En qué lugar ocurren las acciones principales? Transcribí un párrafo que justifique tu respuesta

5)      ¿En qué espacio se refugia el protagonista? ¿Por qué pensás que eligió ese lugar?

6)      Detallá qué actividades realizan los gatos en la primera aparición frente al protagonista

7)      ¿Por qué estas acciones le llaman la atención al joven?

8)      ¿Por qué pensás que los gatos no ven al protagonista? ¿Por qué no para el tren en la estación?

9)      Al comienzo del cuento se dice que el pueblo al que llegó el joven es “(...) el pueblo de los gatos”. ¿Cuál es el motivo de esto?

10)  Sin embargo, al final del texto se lee: “<<Este no es el pueblo de los gatos>>, se dio cuenta al fin”. ¿Cuál es la razón por la que el narrador afirma esto?

 

Actividad de producción:

Te propongo que escribas un cuento breve donde en algún momento aparezca o se plantee “un mundo alternativo”.

Antes de empezar a escribir tené en cuenta los siguientes pasos que tenés que seguir para que todos los textos que escriban sean correctos:

1-      Pensá qué querés decir, contar, explicar, etc.

2-      Hace un borrador con los puntos principales (una especie de gráfico de los contenidos)

3-      Empezá a escribir el borrador.

4-      Revisá lo que escribiste y si es necesario corregílo.

5-      Revisá la ortografía, las mayúsculas, los signos de puntuación, etc.

6-      Si podés, leele lo que escribiste a alguien (un familiar, un amigo, un compañero) para que te diga si es claro o leelo en voz alta para vos mismo.

 

Para ayudarte, antes de escribir un primer borrador respondé (mentalmente o por escrito) estas preguntas:

1-      ¿Quién es el/la protagonista? ¿Dónde está al comienzo de la historia? ¿Qué conflicto deberá enfrentar o resolver?

2-      ¿Cómo llega al mundo alternativo... a través de una puerta, de un túnel, de un vehículo, atraviesa un espejo? ¿Por qué viaja de un mundo a otro?

3-      Y ese mundo diferente... ¿es mejor o peor que el nuestro?, ¿es peligroso?, ¿qué tipos de personajes lo habitan?

4-      Al final, ¿el/la protagonista logra salir de ese otro mundo? ¿Cómo? ¿Ese viaje a otro mundo lo/la cambia de alguna manera?

Extensión aproximada: 15 renglones.